Este es un reconocimiento y homenaje al árbol, que, con estar tan presente, fácilmente nos pasa desapercibido; a su callado pero esencial papel en todos los ámbitos de la cultura humana y en la propia vida del planeta.
A través de imágenes y textos, acompañando el curso regular de los meses y las estaciones, se quiere expresar la fuerza y serenidad que emanan de los árboles su lenguaje secreto, los ciclos rítmicos que conforman una escala del tiempo que se acercaría a la eternidad si la propia naturaleza o la intervención humana no lo impidiera.
Alrededor de ellos vamos a encontrar un sinfín de prácticas en las que el árbol ha oficiado desde antiguo como juez, testigo, sacerdote, guardián de la palabra dada, centro espiritual y social.
Los árboles, y en su conjunto los bosques, son los verdaderos guardianes de la vida. Sustentan la fertilidad de la tierra, el equilibrio atmosférico, la regularidad de los manantiales…
En las montañas recogen nieblas, deshacen nieve y destilan “orballos” (llovizna, lluvia muy suave).
A sus pies, fluyen las fuentes y los arroyos. Sirve de casa y alimento, tanto para animales cómo para humanos.
Poblados enteros se asentaron alrededor de un árbol, cumpliendo siempre una función mágica y protectora.
El árbol crece hasta su muerte y más allá de ella, su vida se prolonga, albergando infinidad de seres en sus pliegues y oquedades.
Incluso el sol, el viento y la nube se inclinan sobre los árboles, Ellos siempre devuelven ciento por uno: hojarasca, fragancia y flores; sus deliciosos frutos son tierra, aire luz y agua.
Por todo esto y mucho más, solo nos queda mimarlo, quererlo y sobretodo adorarlo.
Mayado