Cuando usamos la palabra bello experimentamos un bienestar especial que resulta muy difícil de analizar conceptualmente.
Para Kant (1724) la belleza es un sentimiento subjetivo. Es el estado de ánimo que se produce cuando la imaginación y el entendimiento concuerdan entre sí en su libre juego.
El sentimiento inherente a ese libre juego es universalmente comunicable.
Los productos bellos de la naturaleza nos agradan porque despiertan nuestro libre juego de facultades, imaginación y entendimiento, pero a la vez nos hace pensar que la naturaleza está hecha de tal manera que puede despertar ese juego y por lo tanto está destinada a concordar con nosotros.
La naturaleza produce las flores y los organismos tal y como agradan al hombre.
Atribuir belleza a un objeto equivale a decir que es agradable para todos.
Lo bello resulta interesante como medio para fomentar la sociabilidad del hombre.
Sólo la producción por libertad se llama arte.
Aquello donde el saber no basta para realizarlo, sino que exige habilidad, se halla en el terreno del arte. Las reglas por las que se obtiene una obra bella no pueden llegar a ser plenamente conscientes.
El que traza el puente entre la naturaleza anterior a la consciencia y la acción consciente en lo bello artístico es el genio. El genio no puede describir cómo lleva a cabo su obra.