Viejas disputas sobre Ética y Estética: Crear o sudar.

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Os traigo un texto de S Alix Trueba que trata de cómo resolvió esas ajadas rencillas el escultor Jose de Creft, conocido maestro de escultura en los Estados Unidos nacido en Gaudalajara, (España) y apenas conocido en nuestro país.

La forma más antigua de esculpir ha sido la talla directa, dice. Sin embargo, ya en el siglo V antes de Cristo, en Grecia, se conocían métodos para el traslado mecánico de un modelo al material definitivo. El taller que operó en el Partenón era dirigido por el escultor que proporcionaba el repertorio que habría de ser trasladado al mármol por simples operarios dando, el propio artista, el toque final.
A partir de este momento queda planteado el problema de la diferencia entre el modelador y el escultor, el artista y el artesano, el artista y el obrero.

Se han intentado dar definiciones ya desde el siglo I después de Cristo. Plinio en su Historia Natural establece una división de las artes: Fusoria, o arte de fundir metales, Plástica, o arte de trabajar el barro o la cera, y Scultura, o arte de trabajar el bloque de material ,
definitor_de_leon_battista_albertiEn el Renacimiento,  León Battista Alberti, en su tratado “De statua”, dice: «Los que trabajan en cera o yeso proceden añadiendo material o quitándolo. Les llamamos modeladores, mientras que a los que solamente quitan material y sacan a la luz la figura humana potencialmente escondida en el bloque les llamamos escultores.
Estos conceptos de «quitar material» y de «figura escondida en el» ‘tendrán una amplísima difusión. Nos proporciona, además, Alberti una minuciosa descripción del método por él ideado para reproducir exactamente el modelo a escala diferente con un instrumento que llama «definitor»
Leonardo da Vinci trata de encontrar otros métodos mecánicos de traslado y en su “Parangón de la Pintura con la Escultura establece una comparativa.
«... La Pintura es más bella y de mayor fantasía, y más abundante; la Escultura es más duradera, y esto es lo único que tiene. (...) En efecto, la Pintura está adornada de infinitas especulaciones a las cuales no llega la Escultura. La Escultura no es ciencia, sino arte mecánico en grado superlativo, porque produce sudores y cansancio corporal al que en ella trabaja. (...) No encuentro entre la Pintura y la Escultura otra diferencia que la de que el escultor realiza su obra con más cansancio de su cuerpo que el pintor, y el pintor hace las rayas con mayor esfuerzo de la mente que el escultor.
Demuéstrase que esto es cierto con el hecho de que el escultor, para ejecutar sus obras, tiene que hacer esfuerzos con los brazos y desgastar a golpes el mármol o la piedra que haya elegido hasta quitar lo que sobra de la figura que dentro del mármol o la piedra se contiene, realizando un ejercicio mecánico acompañado con frecuencia de sudor copioso, que al mezclarse con el polvo se convierte en fango, con la cara manchada y lleno todo del polvo del mármol, que parece un panadero, y cubierto de escamas de mármol, como si le hubiese nevado encima; con toda la habitación sucia, llena de polvo y ‘pedazos de piedra.
Todo lo contrario le pasa al pintor —y hablo de pintores y escultores excelentes—, puesto que con toda comodidad se sienta ante su obra, bien vestido, y mueve el levísimo pincel portador de los colores. Se adorna con las vestiduras que le agradan; su habitación está llena de lindos cuadros. Y limpia; le acompañan muchas veces músicos o lectores de variadas y bellas obras que, como no hay estrépito de martillazos u otro ruido confuso, pueden ser oídos muy a gusto».
Para Leonardo el escultor es un obrero, en un intento de degradar este arte. De esta manera, siempre será «más artista» el escultor que tenga operarios que le hagan el «trabajo sucio», dedicándose el maestro exclusivamente a la realización del modelo en materia blanda, a proporcionar la «idea» y dar los retoques finales.


Miguel Angel muy lejos de tal planteamiento, también recoge la idea de la figura escondida en el bloque, en su famoso soneto:


«Los mejores artistas no piensan en mostrar
lo que la áspera piedra en su superfluo revestimiento
no incluye;  romper el hechizo del mármol
es todo lo que puede hacer la mano al servicio del cerebro»

Un hombre le preguntó cómo se las arreglaba para hacer sus estatuas:


«Yo tenía un mármol en el que estaba la estatua que veis, y no tuve que hacer más que quitarle unos pedacitos que tenía alrededor y que impedían que se viera. Podéis coger el mármol o piedra que queráis, pequeña o grande; no hay una sola que no lleve en sí alguna efigie o estatua; pero hay que saber conocerlo bien para no quitar más de lo que impide verla, pues el peligro está tanto en quitar demasiado como en no quitar bastante. Pero para el que sabe hacerlo no hay nada más sencillo»

Miguel Angel trabajó casi siempre por el método de talla directa. El enfrentamiento con  las ideas de Leonardo estaba servido.


A partir del Renacimiento, salvo excepciones, se convierte en obsesión el conseguir métodos más perfeccionados de traslado mecánico por el sistema de «sacado de puntos», que va adquiriendo una importancia creciente a lo largo del siglo XVIII.
En esta época los escultores de la Academia Francesa en Roma idean un sistema que va a subsistir, a lo largo de todo el XIX. Sobre el modelo y sobre el bloque de piedra se fijan dos marcos rectangulares iguales en los que va marcada la misma escala y de los cuales penden unas plomadas. Utilizando compases de diversos tamaños se van trasladando los puntos más sobresalientes del modelo al bloque. A continuación se va vaciando hasta resaltar los puntos marcados y se repite hasta finalizar la escultura.
A partir del siglo XIX comienza a extenderse el método de la cruceta o puntómetro, que permite trabajar con mayor rapidez y exactitud.


A finales del siglo XIX el sistema del sacado de puntos se había extendido de tal manera que muchos escultores  entregaban un modelo en arcilla y dejaban sus obras completamente en manos de los operarios.


En el taller de Rodin había cantidad de operarios que trabajaban las obras y la mayor parte de las veces salían de allí esculturas que el maestro ni siquiera había visto terminadas.

Los escultores de comienzos del siglo XX, en su lucha contra el academicismo, reniegan del método mecánico y se lanzan al tratamiento directo de la talla, llegando a rechazar el modelado previo.


Es ilustrativo, a este respecto, lo sucedido al escultor inglés Eric Gill cuando entró, en 1910, en el taller de Arístides Maillol. Este utilizaba el sacado de puntos y el joven Gill vió el taller y salió corriendo.


«Lo que yo necesito aprender es todo lo referente a los útiles y a sus usos, al cincel y al martillo y a lo que con ellos se puede hacer. Y eso no lo puedo aprender de Maillol. Sería para mí infinitamente mejor que me colocara por mi cuenta de aprendiz con el más diestro y más ordinario de los canteros que realizan obras monumentales y aprendiera a cortar del mármol blanco estúpidas figuras de ángeles...».


El pintor y escultor Amadeo Modiggliani dijo: «La única manera de salvar la escultura es empezar a tallar de nuevo»; y Brancusi declaró : «La talla directa es el verdadero camino para llegar a la escultura».


El escultor español José de Creft pensaba así y también su contemporáneo Mateo Hernández.

En una conferencia celebrada en París en 1935 decía:
«Todos pueden modelar la arcilla, pero pocos esculpir materia dura si no han recibido previamente un serio aprendizaje. Ciertos críticos y modeladores me han tratado con desprecio de obrero. Yo les respondo lo que mi padre me dijo cuando era joven: -“Ten el orgullo de no permitir que manos mercenarias profanen tu obra porque es la parte más noble y lo más desinteresado de tu alma”-(…)».

La polémica está servida.

Una vez más, ...¿qué opinas?

 

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