Su gusto por el manierismo clásico se evidencia en las figuras desnudas masculinas, dotadas de un realismo que define su obra, y que son fruto de sus conocimientos de anatomía.
El Laocoonte griego (siglo I a.c) , fue la base del barroco italiano de Bernini (1598-1680) y del manierismo español del escultor objeto de esta reseña. Fotografía extraída de la página web http://algargosarte.lacoctelera.net/categoria/11-2-2-barroco-escultura-espana
Tenía su taller en el actual Paseo Zorrilla en una casa que había sido propiedad del tallista francés Juan de Juni a quién le unía una buena amistad. Su trabajo fue solicitado desde el País Vasco hasta Portugal. Hay obras suyas en Valencia, Lima, Galicia, La Rioja , Madrid,…lo que indica la gran aceptación que tuvo entre sus contemporáneos.
Uno de sus méritos fue el haber creado sobrias composiciones gestuales que luego serían copiados una y otra vez. Destacan entre otros tipos característicos los cristos en la columna, en la cruz, yacentes, dolorosas y piedades,.
Hoy triunfan en exposiciones fuera de nuestras fronteras. Como la titulada The Sacred Made Real que en 2010 podrá admirarse en la National Gallery de Londres y posteriormente en la de Whasington.
Evolucionó hacia un realismo naturalista con detalles identificativos que pueden apreciarse por ejemplo en los cristos muertos en la cruz: una espina que atraviesa la ceja o la oreja izquierda que produce un reguero de sangre que baja por el cuello, ojos semicerrados, boca entreabierta. El paño de pureza anudado a la derecha con un pliegue que cae pegado a la pierna o voladizo a la izquierda y con duros pliegues que dan relieve a la composición por su juego de luces y sombras. Tamaño natural, corona de espinas natural, ojos de cristal, una anatomía muy detallada y trabajada en detalle, policromía de carnaciones mate en ocasiones teñida del color morado propio de los cadáveres con muy pocos o muchos regueros de sangre según lo que quiera transmitir. Ojos algo hundidos, boca entreabierta que deja ver los dientes.
Alguno de sus sayones son tallados en madera de pino en posturas muy distorsionadas, como aquellos que tiran de una cuerda para izar la cruz. Aparentemente la vertical que pasa por su centro de gravedad esta fuera del plano de sustentación.
Mediante radiografías se ha comprobado el motivo de su completa estabilidad.
Las piernas son macizas y el cuerpo ha sido vaciado. Se solía utilizar Pinus sylvestris, pino del Norte también llamado pino de Suecia (Pinus sylvestris variedad laponnica) o pino de Valsaín de la Sierra de Guadarrama, (Pinus sylvestris variedad ibérica).
Muchas de las obras originales fueron repintadas en épocas posteriores. Por técnicas estratigráficas se ha podido recuperar la policromía original, casi siempre muy superior en calidad gusto y materiales a las añadidas.
La policromía era ejecutada por un pintor contratado por el escultor. Se aplicaban sobre la madera dos a cinco capas de yeso y cola, siendo la última más blanca y fina.
Sobre esta capa lijada e impermeabilizada con una capa de cola se aplicaba el color constituido por aglutinante de aceite de linaza y pigmentos de la época.
Albayalde (blanco de plomo), oropimente ( amarillo de sulfuro de arsenio), litargirio (amarillo de óxido de plomo), oro (aplicado a pincel con óleo o disolviendo pan de oro), bermellón, (sulfuro de mercurio), azurita (carbonato de cobre azul), malaquita (verde de cobre), negro de carbón …entre otros.
Uno de estos pintores, Diego Valentín Díaz facilitó a nuestro artista, acceso a estampas de Durero, tratados de arquitectura y geometría y otros saberes que influyeron notablemente en su estilo.
Hemos querido acercar a nuestra cotidiana realidad el rostro de este admirable imaginero de la escuela castellana inconfundible por la calidad de sus tallas y probablemente uno de los mejores escultores españoles.
Con Photoshop hemos realizado un atrevido montaje destacando su imagen sobre un fondo obscuro donde surgen dos de sus excepcionales obras de imaginería.
Nos referíamos efectivamente a Gregorio Fernández (abril 1576 - 22 de enero de 1636).
Felipe IV de Austria o Habsburgo Rey de España, Portugal, Nápoles, Sicilia y Cerdeña, Duque de Milán, Duque titular de Borgoña y Señor de los Países Bajos. lo calificó como “el escultor de mayor primor que hay en estos mis reinos”.
Este Cristo, inmortal como la muerte,
no resucita; ¿para qué?, no espera
sino la muerte misma.
De su boca entreabierta,
negra como el misterio indescifrable,
fluye hacia la nada,
a la que nunca llega,
disolvimiento.
Porque este Cristo de mi tierra es tierra.
Este Cristo cadáver, que como tal no piensa,
libre está del dolor del pensamiento,
Cuajarones de sangre
sus cabellos prenden,
cuajada sangre negra,
que en el Calvario le regó la carne
pero esa sangre no es ya sino tierra;
grumos de sangre del dolor del cuerpo,
grumos de sangre seca.
¿Y cómo ha de dolerle el pensamiento
si es sólo carne muerta,
mojama recostrada con la sangre,
cuajada sangre negra?
Ese dolor espíritu no habita
en carne, sangre y tierra.
Este Cristo español que no ha vivido,
negro como el mantillo de la tierra,
yace cual la llanura,
horizontal, tendido,
sin alma y sin espera.
Con los ojos cerrados cara al cielo
avaro en lluvia y que los panes quema.
Y aún con sus negros pies de garra de águila
querer parece aprisionar la tierra.
¡Oh Cristo pre-cristiano y post-cristiano.
Cristo todo materia,
Cristo árida carroña recostrada
con cuajarones de la sangre seca;
el cristo de mi pueblo es este Cristo:
carne y sangre hechos tierra, tierra, tierra!
Miguel de Unamuno
Bilbao 1864-Salamanca 1936